VIAJE DE FIN DE SEMANA
Rondas granujas con la tuna salmantina

Por MAURILIO DE MIGUEL

La tuna es esa institución universitaria cuyos miembros, lo mismo que los chicos de la teleserie «Al salir de clase», parecen no estudiar nunca... Ese grupo de muchachotes desenfadados y abanderados en la música de guitarra tronante y trinante... Chicos, que se diría, hacen de su capa un sayo a la hora de beber y ligar a espuertas, a puerta cerrada de bar o serenata a la intemperie.

Sonrisa «profidén» y patente de corso las suyas, cuando toca echarle tanto desparpajo «vivalavirgen» como simpatía a la vida de estudiante... Tal vez, junto a la compostelana, la tuna salmantina sea la más conocida, allende los mares y fronteras adentro. De hecho, sus orígenes se remontan al siglo XIII, tiempo de escolares «goliardos» que vagabundeaban por toda Europa, de facultad en facultad, siguiéndoles la pista a los profesores más afamados del momento.

1. De «sopistas» a tunos

La tuna comenzó reuniendo a universitarios que, no pudiendo costearse los estudios, por falta de fortuna familiar, decidieron trovar por fondas y mesones. ¿Quién les iba a negar unas monedas o, al menos, ese plato de sopa, que beneficiaba a cualquier peregrino jacobeo? Así cosecharon su original apodo de «sopistas», laúd, guitarra, bandurria o pandereta en mano. Y si de paso, si entre copla y copla, caía alguna doncella rendida a sus pies, pues mejor que mejor...

Las cosas, sin embargo, han cambiado y excepción hecha de menesterosas habas contadas, la tuna se mantiene, ya como institución, gracias a las ganas de juerga, viajes, romanticismo bohemio, nocturnidad y amoríos que sigue definiendo a muchos universitarios. Tipos capaces, algunos, de llegar a abuelos haciendo vida de estudiante. No en vano, aunque el código deontológico de los tunos aconseja que ahuequen el ala, al licenciarse, muchos siguen bajo su capa por los siglos de los siglos... Incluso los hay, camuflados ellos, que nunca se matricularon en facultad alguna.

Pese a la indumentaria oscura que luce todo tuno, tuno negro se denomina al falso estudiante que de ella se sirve, sin poder exhibir banda distintiva alguna en su torso. Y ese ya es, en palabras de los propios tunos, el cara dura por antonomasia... Ejerce de tunante y rufián, pícaro y granuja, según las antiguas acepciones que el diccionario daba al término. No en vano, hasta en la actual enciclopedia Larousse se recoge la voz «tuna», como sinónimo de «vida holgazana, libre y vagabunda».


2. Juerga de pandereta

No faltan mozos ya crecidos, en Salamanca, que recuerdan a la estudiantina monopolizando, cada fin de semana, la posibilidad de ligar con rubias extranjeras. Tampoco dueños de bares que reniegan de ellos, cuando pretenden pagar sus consumiciones con coplas tipo «Clavelitos». Ni novios que les ven aparecer con estupor, en su banquete de bodas, sin que nadie les haya llamado... Aún así, como queda dicho, existen reglas de conducta gremiales para el buen tuno. Y nobleza debería obligar siempre a los tunos, puesto que tradicionalmente han entonado coplas como la que reza «Alma, corazón y vida». Eso, por citar sólo una de aquellas que comienza por la letra a.

Parece, sin embargo, que el juego anda con algún que otro libertino dentro, por lo que, recientemente, el Ayuntamiento de Salamanca ha limitado sus correrías nocturnas, en cuanto zonas de bares y horarios. Eso, refrendando bandos muy anteriores en el tiempo al suyo... Hace siete siglos que el Liber Constitutionem de la Universidad de Lérida, según consta aún en sus archivos, había prohibido ya las rondas noctívagas del tuno, que alteraban el descanso de su burgo. Las había prohibido, bajo pena de confiscar los instrumentos musicales a quien osara quebrantar su prohibición.

¿Dónde están la cuchara y tenedor de madera que distinguía a los sopistas medievales, cuando sonaban las campanas de recogida en la ciudad y ellos andaban de figón en convento, por plazas y bajo balcones, buscando la llamada sopa boba? Colgados decorativamente en su indumentaria de tunos...


3. La tuna en los libros

Alfonso X el Sabio se refirió a los sopistas como juglares, en su Código de las Siete Partidas (1348). Coetánea suya, también lo hizo la obra «Razón de amor y denuestos del agua y el vino», describiendo las cintas que aún penden sobre la capa del tuno: una por cada conquista amorosa. El Arcipreste de Hita, en «El Libro del Buen Amor», subraya su carácter mendicante...

Con todo, no puede hablarse de tunos, hasta 1538, año en que los sopistas se acogieron a las viviendas benéficas que les ofrecía la Instrucción para bachilleres de pupilos. A partir de ese momento, comenzaron a cantar sin que en ello les fuera la supervivencia. Porque, entonces, los ya ex sopistas, en calidad de estudiantes veteranos, se hicieron servir como escuderos por los «bobos» o estudiantes nuevos, a los que supuestamente debían apoyar, según la norma, a cambio de legarles su gaya ciencia musical.

Lo cuenta «La vida del pícaro Guzmán de Alfarache», haciendo hincapié en el status de estudiante rico que así alcanzaron los otrora sopistas. Luego, en «El Buscón» de Quevedo, se habla de las bromas que les aguantaban los estudiantes novatos, hasta cumplir el meritoriaje que les terminara equiparando a ellos... La cuna del tuno, en fin, ya no es la que era.

Las albadas medievales y cantos escolares pobres constituyeron el primer repertorio del tuno, que nació en España a la vez que en toda Europa. Después, su cancionero se ha enriquecido con tonadas como «Alfonsina y el mar», «Así es Lima« y «Angelitos negros», aparte corridos mexicanos, guajiras y canciones de ida y vuelta que aprendieron sobre la marcha en sus viajes. Y es que tunas como la salmantina han acudido a certámenes por medio mundo y actuado, representando el espíritu festivo de la universidad, en foros institucionales. Actuaciones, parte de cuya recaudación solía compensar el apoyo económico de su rectorado o decanato.


4. Prendas en el estilismo del tuno

Aparte usos y costumbres, si algo ha variado poco, a través del tiempo, ha sido su vestuario de la tuna. Aquel que a sus corales de estudiantes les ha valido el sobrenombre de grillos, cuervos o, simplemente, pájaros. Una indumentaria de rasgos distintivos y simbólicos, frente a la cual, cualquiera sabe ya lo que se avecina...

  • Camisa: Debe ser siempre de color blanco y dispone de generoso cuello y puños, a menudo rematados en puntillas. Aparece bajo el jubón.


  • Jubón: Surgido en España hacia el siglo XIV y popularizado, dos más tarde, como chaqueta prêt a porter, el tuno se la ciñe desde entonces al cuerpo.


  • Bombachos: Se cierran sobre sus pantorrillas, ganando en anchura hasta la cintura. Son los pantalones tradicionales del tuno, también con pedigrí.


  • Gregüescos: Admiten el sinónimo de cervantinos, planteando una alternativa a los bombachos. Tan anchos como ellos, en clave de calzones, nuestro Siglo de Oro los puso de moda.


  • Calzas: Cubren el pie y la pierna, a modo de malla, recordando el aspecto juglaresco de los sopistas. Las calzas pueden surgir bajo los gregüescos. Pero, acompañadas de bombachos, se convierten en medias calzas o sólo en medias.


  • Zapatos: También presentan señas de identidad cuasi medievales, cuando no resuelve el tuno su calzado con botas de aspecto más intemporal.


  • Beca: Alude a la banda colorista que, sobre el jubón, cruza transversalmente el pecho lobo del tuno. Ahora, los tunos mayores se la entregan al tuno recién llegado, a modo de espaldarazo, con los colores y el bordado de la facultad universitaria a la que defenderá cantando. Antes, además, daba a entender que el tuno estaba becado.


  • Capa: Cubre todas la prendas anteriores, sugiriendo su porte donjuanesco y viajero. Demuestra, aparte de todo, su currículum de vividor, puesto que exhibe los escudos de las ciudades visitadas y, en las cintas que cuelgan de ella, los piropos de las mujeres a las que ha cortejado. La prueba de su galanura...




  • MÁS INFORMACIÓN SOBRE LA TUNA SALMANTINA
    Servicio de Actividades Culturales.
    Palacio de Maldonado (Pza de San Benito 1, 2º)
    Salamanca. Tel. 923-230000.
    Web